Estamos iniciando un camino y, al comenzar
este recorrido, lo primero que propuse fue tomar conciencia de que estamos
construyendo nuestra vida paso a paso (“se hace camino al andar”); luego,
iniciamos un pequeño viaje a nuestro pasado para recordar por qué anteponemos
el bienestar de otros por sobre el nuestro o por qué cedemos tanto sin pensar
en nuestros propios deseos. La propuesta
es tener un cierto grado de egoísmo con nuestro tiempo, pero un egoísmo sano,
que nos lleve a la búsqueda de nuestro crecimiento, que nos conduzca al
equilibrio.
Hoy les quiero plantear un tremendo
desafío:
¿Quiénes somos? ¿Cómo somos? ¿Por qué actuamos
de tal o cual forma?
Muchos escritores y filósofos han señalado
que el amor es la fuerza que mueve al mundo, y yo sinceramente pienso que el
amor (en todas sus formas) es la única fuerza que le da sentido a la vida del
hombre.
Me imagino que ustedes alguna vez (o más de
alguna vez) han estado enamorados…
Cuando alguien nos ha llamado la atención
alguna vez, queremos conocer más a esa persona… nos interesa lo que siente, lo
que piensa, lo que le pasa... sus alegrías y sus tristezas las hacemos
propias.
Con los hijos me imagino que les pasa algo
parecido pero con una connotación distinta: ellos son carne de su carne y el
amor por ellos es tan grande que serían capaces de dar la vida por ellos, por
su bienestar, por su felicidad…
¿Qué pasa con nosotros? ¿Cómo manifestamos el amor hacia nosotros?
No resulta fácil plantear el cambio del eje. Nuestra enseñanza religiosa y los procesos
sociales que enfrentamos desde pequeños nos han enseñado que el egoísmo, la
egolatría y todo aquello que tenga aroma a “ego” tiene una connotación
negativa. He señalado anteriormente que
los extremos no son buenos, y la idea no es transformarnos en narcisistas pero
sí girar hacia nosotros, mirarnos un poco más…
Ocurre una paradoja muy especial con
nosotros y se ha planteado muchas veces… ¿es posible que nos enamoremos de un
desconocido? ¿de un alguien que vemos por primera vez? Lo más probable es que
respondamos románticamente que puede ser que exista el amor a primera vista, pero reconozcamos que ese amor tiene más que ver con la química y no con el amor. ¿Por qué? Porque no conocemos a la persona, por cuanto esa primera señal de interés se ve
profundizada posteriormente con el conocimiento que vamos obteniendo, y que nos va haciendo
enamorarnos más o menos. En la medida
que conocemos a nuestra pareja, lo entendemos, justificamos sus emociones,
perdonamos más de alguna reacción, y eso ocurre básicamente porque vamos conociendo la razón de esas reacciones; el conocimiento por el otro es un trabajo continuo y permanente a lo largo de nuestra relación.
Pero, nuevamente me pregunto: ¿qué pasa con
nosotros?

A más de alguien esas preguntas le
parecerán un sin sentido, pero desde tiempos inmemoriales el hombre ha buscado
por distintos medios descubrir cómo es y por qué es como es.
La razón de esa búsqueda tiene una tremenda lógica: no se puede amar lo
que no se conoce, por lo que no podemos amarnos a nosotros mismos si no
descubrimos quienes somos y por qué somos como somos.
En la medida que nos conozcamos, que
sepamos la razón de nuestro
comportamiento, nos estaremos amando y
podremos entendernos, perdonarnos y superarnos a nosotros mismos.
Los invito a que nos mantengamos abiertos de mente y de corazón para que cada día nos amemos a nosotros mismos un poquito más, pero, para lograrlo, les propongo que descubramos más de nosotros mismos...
Un abrazo afectuoso
Karmela
Los invito a que nos mantengamos abiertos de mente y de corazón para que cada día nos amemos a nosotros mismos un poquito más, pero, para lograrlo, les propongo que descubramos más de nosotros mismos...
Un abrazo afectuoso
Karmela
Excelente !!!!!